Lo que queda de YPF en Comodoro Rivadavia tras la venta de Manantiales Behr


Chubut (EP) 5 de junio ‘25. El Chalet Huergo, el cine, el museo y las gamelas forman parte de un patrimonio que excede al petróleo y refleja la memoria viva de una ciudad construida por y para la industria energética.

La noticia sobre la venta del yacimiento Manantiales Behr marca un punto de inflexión. El presidente de YPF, Horacio Marín, confirmó que la propuesta será presentada en el próximo directorio, lo que implicará el cierre de un ciclo histórico en Comodoro Rivadavia. Pero más allá del impacto productivo y económico, lo que emerge con fuerza es una pregunta inevitable: ¿qué nos deja YPF además del petróleo?

En la capital del petróleo argentino, YPF no solo fue una empresa: fue un modo de vida. Desde su fundación en 1922 por impulso del general Enrique Mosconi, se convirtió en el corazón organizador del territorio y en un modelo urbano que articuló vivienda, salud, educación, recreación y cultura. Esa huella quedó impresa en edificios emblemáticos que hoy sobreviven como testigos mudos de una época de esplendor estatal y pertenencia colectiva.

Chalet Huergo: historia, lujo y abandono

En el corazón de la zona norte de Comodoro Rivadavia, frente al mar, se alza —todavía— el Chalet Huergo, un edificio que supo ser emblema de la opulencia petrolera y del crecimiento de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) en la región. Hoy, sus puertas permanecen cerradas y su estructura, corroída por el paso del tiempo y el avance del mar, corre riesgo de derrumbe.

Construido en 1919 como casa para empleados superiores de la entonces Dirección General de la Explotación del Petróleo, el Chalet fue mucho más que una residencia. Fue hogar temporal de figuras ilustres y símbolo del poder del petróleo en aquellos primeros años. El propio Enrique Mosconi, primer presidente de YPF, vivió allí.

En 1941, el edificio fue ampliado para recibir a huéspedes distinguidos. Con más de cinco hectáreas de jardines, se convirtió en punto de encuentro para presidentes, embajadores, militares y empresarios de todo el mundo. Pedro Eugenio Aramburu, Arturo Frondizi, Arturo Illia, Onganía, Lanusse, Videla, Galtieri y Raúl Alfonsín fueron algunos de los mandatarios argentinos que se alojaron en sus habitaciones.

También pasaron por el Chalet el presidente de Bolivia Víctor Paz Estenssoro, la escritora Silvina Bullrich, el presidente de la Sociedad Nacional de Petróleos de Irán, Manoutcher Eghbal, y hasta el subsecretario de Participaciones Estatales de Italia, Francesco Principe.

Uno de los momentos más recordados ocurrió en 1965, cuando el Sha de Persia, Reza Pahlevi, y su esposa Farah Diba visitaron Comodoro. Aunque su estadía duró solo unas horas, fue tal el impacto que las autoridades locales ordenaron colocar grifería de oro en el baño de la planta baja del edificio.

Con la privatización de YPF en los años ’90, muchos bienes pasaron a manos del municipio o quedaron en desuso. El Chalet Huergo, luego de funcionar como Escuela de Negocios, fue convertido en museo municipal en 2004, en un intento por recuperar su valor patrimonial.

Sin embargo, el 23 de marzo de 2010, un incendio devastador destruyó dos habitaciones y cubrió de hollín los dos pisos del edificio, además de objetos históricos. Desde entonces, la recuperación fue parcial y el deterioro continuó.

En 2017, fue declarado «edificio histórico de la ciudad» y, en 2019, «Monumento Histórico Nacional», pero ni esas distinciones lograron frenar su deterioro.

El principal enemigo actual del Chalet Huergo no es el abandono, sino el mar. La erosión costera avanzó sin control durante los últimos años, y hoy el edificio corre serio peligro de derrumbe. Las imágenes que muestran los cimientos al borde del acantilado son alarmantes.

Hace años que sus puertas permanecen cerradas por seguridad, lo que significó también la pérdida de un espacio verde muy valorado por las familias comodorenses, que solían disfrutar de sus jardines y juegos infantiles.

El museo: guardián de una memoria estratégica

También ubicado en el corazón del barrio General Mosconi, el Museo Nacional del Petróleo no solo resguarda objetos y documentos de valor histórico: representa la memoria viva de Comodoro Rivadavia, cuna del petróleo en Argentina. Este espacio, único en su tipo en Latinoamérica, forma parte de los cuatro museos petroleros más importantes del mundo, junto a los de Rusia, Canadá y Estados Unidos.

El museo fue inaugurado oficialmente el 13 de diciembre de 1987, al cumplirse 80 años del descubrimiento del petróleo en la ciudad, ocurrido en 1907. Su creación fue posible gracias a una resolución del directorio de YPF, que eligió a Comodoro Rivadavia como sede natural por su rol protagónico en la industria petrolera nacional.

En sus inicios, el museo funcionaba como una dependencia de YPF, bajo la dirección de Humberto Beghin, hijo de uno de los pioneros de la actividad. Sin embargo, en 1992 cerró sus puertas en el marco del proceso de privatización de la empresa estatal. Un año más tarde, la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco recibió su traspaso, lo revitalizó y lo mantiene activo hasta hoy.

En 1997, fue declarado “Bien de Interés Histórico y Cultural” por ley nacional, consolidando su valor como testimonio irremplazable de la historia argentina.

Con más de 10 mil metros cuadrados de exposición, el museo propone un recorrido que va desde los orígenes del planeta hasta la era moderna del petróleo.

El museo posee una valiosa biblioteca y archivo histórico. Allí se conservan documentos de la Dirección General de Explotación de Petróleo desde 1913, memorias de gestión del General Enrique Mosconi, telegramas originales, mapas de exploración y una colección documental única que abarca más de un siglo.

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Si bien en sus comienzos el museo estaba pensado para el personal técnico de YPF, hoy su propuesta está adaptada para todo público. Con guías especializados, simuladores interactivos e infografías, el espacio permite comprender cómo se forma el petróleo, cómo se extrae y cuáles son sus derivados.

Además, el recorrido incluye la vida cotidiana de los pioneros: cómo vivían, cómo eran sus casas, clubes y comunidades. La muestra también rescata el origen de poblaciones como Cañadón Perdido, Las Heras o Caleta Olivia, surgidas alrededor del desarrollo petrolero.

El cine, el club, la proveeduría: vida cotidiana al estilo YPF

La empresa no se limitó a extraer petróleo. También organizó la vida social de sus trabajadores. El cine de Km 3, por ejemplo, fue durante décadas el principal espacio de recreación familiar. Allí se proyectaban estrenos nacionales e internacionales, con funciones gratuitas para los empleados y sus familias. Su arquitectura simple y funcional respondía a la lógica de los campamentos: accesibilidad, eficiencia y comunidad.

Junto al cine, el club YPF funcionó como núcleo de integración deportiva, con canchas, salones y actividades para niños y adultos. La ex proveeduría, hoy en desuso, llegó a ser un supermercado pionero que centralizaba la distribución de alimentos, ropa y artículos de primera necesidad para las familias ypefianas.

Acceder a la proveeduría de YPF era uno de los tantos beneficios que poseían los empleados de la empresa estatal. Con el simple hecho de mostrar el carnet, el ingreso era inmediato y de un solo recorrido las familias se aprovisionaban de lo necesario para la vida hogareña.

El edificio de la casa central se inauguró en 1946, en el barrio General Mosconi, a pocos metros de la administración de YPF. Su arquitectura con galerías de arcadas externas en el frente y techos de chapa es aún un atractivo para quien circula por la zona.

La casa central de la proveeduría estaba en km 3 y había sucursales distribuidas en cada campamento: El Trébol, El Tordillo, km 5, etc. Una de ellas estaba ubicada donde hoy funciona la Radio Universidad. El objetivo era facilitar la vida diaria a los trabajadores y sus familias.

“En el edificio de la casa central llegó a ver mueblería, panadería, electrodomésticos, bazar, carnicería, verdulería, tienda, ferretería, etc., todo estaba ahí”, dijo el historiador.

Entorno a la estructura gigantesca que forjó YPF en el desarrollo de su empresa, se afianzaron personas que construyeron su propia historia. Personajes anónimos que mantienen en su memoria aquellos tiempos para ellos inolvidables y a YPF como una verdadera familia.

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Las gamelas y los talleres

Menos visibles pero igual de importantes, las gamelas (viviendas obreras compartidas) y los talleres técnicos completan el mapa del legado. Las primeras eran edificios modestos pero funcionales, que ofrecían alojamiento digno en una época donde las distancias y el aislamiento marcaban la vida en la cuenca. Los talleres, en cambio, concentraban el saber hacer: mecánica, electricidad, metalurgia. Allí se formaban generaciones de técnicos y operarios, muchos de los cuales fueron pioneros en otras áreas productivas del país.

Varias de estas construcciones aún existen, aunque con diferentes niveles de mantenimiento. Algunas fueron recicladas por instituciones educativas, otras permanecen abandonadas, esperando una definición sobre su futuro.

Un legado que interpela el presente

La salida de YPF de Chubut no solo deja pozos y estructuras industriales. Deja una trama simbólica que modeló barrios, crió generaciones y definió modos de habitar. En Comodoro Rivadavia, el nombre de la empresa no solo aparece en documentos históricos: está en la memoria viva de miles de personas que se reconocen como parte de una comunidad “ypefiana”.

En tiempos donde se proyecta la creación de un polo industrial vinculado al uranio, con objetivos de exportación para alimentar sistemas de inteligencia artificial en 2030, el contraste con el modelo estatal de YPF es inevitable. ¿Puede ese nuevo esquema generar el mismo arraigo social? ¿Tendrá la misma preocupación por lo humano, por lo cultural, por lo urbano?

El desafío no es solo energético, es también patrimonial. Porque, como dice el refrán, “un pueblo sin memoria, es un pueblo sin futuro”.

Gentileza https://www.adnsur.com.ar/