Buenos Aires (EP), 5 de noviembre ‘25. En las profundidades del océano, científicos detectaron bacterias que aprendieron a transformar el plástico en alimento. El hallazgo, publicado por la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdullah (KAUST), revela una adaptación evolutiva tan sorprendente como esperanzadora.
Los investigadores identificaron un motivo enzimático, llamado M5, que permite a ciertos microbios marinos degradar el tereftalato de polietileno (PET), el material con el que se fabrican botellas, envases y fibras textiles. Esta capacidad convierte al plástico en una nueva fuente de carbono para la vida marina.
“El motivo M5 actúa como una huella dactilar que nos indica cuándo una enzima puede degradar el plástico PET”, explicó Carlos Duarte, ecólogo marino y codirector del estudio. El descubrimiento muestra cómo la naturaleza está respondiendo al impacto humano con su propio mecanismo de adaptación.
El equipo analizó más de 400 muestras tomadas en todos los océanos del mundo. Encontraron microbios con este motivo genético en el 80 % de las aguas estudiadas, desde la superficie hasta profundidades de dos mil metros. En esos ambientes, donde escasean los nutrientes, las bacterias parecen haber convertido el plástico en su nueva fuente de energía.
“En el océano, donde el carbono natural es limitado, los microbios perfeccionaron estas enzimas para aprovechar el carbono sintético del plástico”, señaló Duarte.
La estructura del motivo M5 les permite reconocer y cortar las cadenas del polímero PET, transformándolo en fragmentos más simples que otros microorganismos pueden consumir. Las enzimas sin ese motivo, llamadas pseudo-PETasas, no logran realizar esa tarea.
Los científicos comprobaron su eficacia mediante inteligencia artificial y experimentos de laboratorio. Solo las bacterias con el motivo M5 lograron degradar plástico, alcanzando entre el 25 % y el 50 % de la eficacia de las enzimas descubiertas por primera vez en 2016.
El estudio también determinó que la mayoría de las bacterias degradadoras pertenecen al grupo de las Pseudomonadales, conocidas por su capacidad para metabolizar distintos compuestos. Esta adaptación sugiere una transición evolutiva desde el consumo de hidrocarburos naturales hacia materiales sintéticos.
Aun así, los investigadores advierten que la velocidad natural del proceso no alcanza para compensar la enorme cantidad de residuos plásticos que ingresan cada año al mar, estimada entre 8 y 12 millones de toneladas.
“El aumento de estas enzimas es una respuesta microbiana temprana a la contaminación humana, pero no una solución definitiva”, aclaró Duarte. “Cuando los plásticos llegan al fondo marino, el daño ecológico ya ocurrió.”
El hallazgo, sin embargo, podría impulsar una nueva generación de biotecnologías para el reciclaje industrial. Las enzimas naturales del océano podrían servir de modelo para diseñar versiones sintéticas más estables y potentes, capaces de degradar plástico a gran escala.
“Estas enzimas marinas ofrecen un plano real para crear herramientas biológicas que ayuden a limpiar los residuos plásticos en plantas y, algún día, en el hogar”, añadieron los investigadores.
El motivo M5 se perfila como una guía molecular para futuras innovaciones. Comprender su estructura podría permitir a los científicos replicar o mejorar su diseño para acelerar la degradación de materiales plásticos.
Lejos de ser una curiosidad científica, el descubrimiento revela cómo la vida responde al daño ambiental. Mientras los océanos siguen recibiendo millones de toneladas de residuos, las bacterias evolucionan en silencio, transformando el plástico en una nueva oportunidad metabólica.
Tal vez, en ese laboratorio invisible que son las profundidades marinas, la naturaleza esté mostrando el camino hacia una nueva era del reciclaje sostenible.
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Fotografía SciDev.Net